Siempre esperé la celebración del Día del Libro con mucha ilusión. Cada año tenía regalo. Cosas escritas por gente muerta. O gente lejana. O, simplemente, inalcanzable.
El miércoles hubo un poco de magia. Pero no por lo que creéis. Los niños de un colegio me hicieron un poema y esa flor de papel tan chula (que olía y todo). Y entonces comprendí que ahora era yo la que me arriesgaba a estar muerta, o lejos. Aunque, jamás inalcanzable. Eso sí que no.
Así que cogí mi flor y decidí llevármela a conocer a Salman Rushdie.
Eso y recetar a un quinceañero que no leía ficción (!!??) La comunicación no verbal de Flora Davis, fueron los hits del día.
Gracias Cervantes y Shakespeare por el detalle de moriros ese día (aunque luego hayamos sabido que no fue el mismo). Esos, queramos o no, sí que ya son inalcanzables.